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De ruina a casa - pensamientos...

CASA LUNA

En 2003 trabajaba yo en un pueblecita de Castilla y León, construyendo en cob con Mateu Ortoneda. Allí compré una ruina por 3000€. Yo soy de Dinamarca.

Los años siguientes viajé a España cuando pude y trabajé esporádicamente limpiando y reparando la casa.

La casa tenía varios pisos. El tejado y un muro exterior amenazaban con derrumbarse. A menudo pensaba que nunca conseguiría hacer de la casa un lugar vivible...y, con todo, seguía con el trabajo.

Recogía el barro de los revocos caídos y lo volvía a amasar para revocar muros y tapar agujeros y grietas.

Llovía a través del tejado y en toda una parte de la casa. La ruina se estaba hundiendo.


DE RUINA A CASA

En 2009 contraté a un albañil para levantar el muro hundido con termoarcillas y montar un nuevo tejado recuperando las tejas viejas. Con eso la casa quedó a salvo de seguir deteriorándose.

A partir de 2017 encontré tiempo para poder estar temporadas más largas en el pueblo. Empecé a viajar a España cada primavera y cada otoño. Y empecé a cambiar de perspectiva: en lugar de fijarme en todo el trabajo inasumible que faltaba por hacer, empecé a fijarme en todo aquello que, a pesar de todo, había conseguido hacer durante esos años.


MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN

Utilizo mis manos, el barro y las piedras con las que se construyó la case hace 200 años. Junto con cal, arena, agua, aire, sol y cantidades ingentes de cariño. El trabajo avanza lento pero seguro. Palada a palada, cubo a cubo, puñado a puñado. No estoy ni siquiera cerca de acabar, pero de la ruina va creciendo una bonita casita llena de tranquilidad y alma.

Para las tareas mayores, aquellas difíciles de emprender por alguien sin experiencia, cuento con la ayuda de Mateu.

Los materiales se han puesto cada día más caros y me he encontrado volviendo cada vez más a buscar inspiración e ideas en los mismos materiales con que está construída la casa. Encontrando una enorme satisfacción en el proceso.


ATREVERSE CON EL CAOS

Es difícil visualizar tu futuro suelo cuando miras un montón de tablas sucias y llenas de polvo -algunas rotas y astilladas, todas llenas de puntas viejas. Es más fácil hacerlo mirando un paquete de parquet en un almacén de materiales. Limpiamente empaquetado en plástico, incluso no se olvidan de ofrecerte una foto del suelo terminado con un sofá perfecto encima.

Si eres capaz de sobreponerte al caos, es increíble lo que se puede hacer con materiales reciclados. Olvidando tus previas expectativas sobre cómo deberían ser las cosas. Pensando en modo creativo. Priorizando que los materiales vuelvan a ser de utilidad. La verdadera belleza no está en superficies lijadas a máquina, ángulos rectos, líneas rectas, uniformidad en los materiales.


Por error dejé unos tablones (que habían estado debajo de unas baldosas, pegadas con arcilla) afuera a la intemperie varios años. Cuando volví a ellos tenían el color y la textura de la madera lavada por el mar que encuentras en la orilla. También estaban revirados, es cierto, pero me llamó su belleza de madera desteñida. Los tablones se podían cepillar y lijar. Pero no, ahora quería usarlos en crudo. Completamente crudos y tal cual estaban. Pasaron a ser el hermoso y rústico suelo que da acceso al patio. Además nos ahorramos un montón de tiempo y trabajo. Mi primera idea era montar el suelo con láminas de nervometal clavadas a los machones, atadas entre sí con alambre y verter una gruesa capa de hormigón de arlita encima. Después un acabado de yeso tratado con cera como suelo acabado y revocar por debajo con barro (para tapar el nervometal) Un proceso largo y tedioso en varias etapas. En lugar de eso compramos 50 tornillos largos y montamos el suelo en un solo día.


HAY QUE CREÉRSELO

Las casas viejas se desmontan como un rompecabezas y se montan de nuevo pero no como estaban antes. A veces das la vuelta, cambias, pruebas del derecho y del revés. Paras, miras y vuelves a cambiar hasta que las piezas encajan.

Cuando estábamos montando el suelo de tablones nos entró miedo de quedarnos cortos. Cogí uno de los tablones y lo puse en el bar del pueblo con un letrero pidiendo si alguien tenía tablones parecidos que no fuera a usar. Trajeron tablones de todo tipo, aunque apenas uno coincidía en ancho y grueso con lo que necesitábamos.

Al final no hizo falta. Los tablones que había en mi casa alcanzaron para mi nuevo suelo. El último trozo de tablón que quedaba encajó, como por arte de magia, en el último hueco sin necesidad de serrar.

El resto de tablones que mis serviciales vecinos habían traído se convirtieron en anaqueles, el remate del alero, la estructura de la cama, etc.


PIERDE EL TIEMPO

En danés usamos mucho la expresión "En eso no voy yo a malgastar mi tiempo". La usamos cuando algo no es super-efectivo...entonces no vale la pena malgastar tiempo en ello.

Cuando te construyes la casa sí vale la pena perder el tiempo.

Tiempo para hacer cambios, para añadir ideas nuevas al proceso, tiempo para que los niños, en lo posible, participen y aprendan que uno puede construir su propia casa con las manos; tiempo para vivir la vida mientras construyes para que la tranquilidad y las experiencias vividas se vayan entretejiendo en los muros, suelos, rechos.


DEJA EL CAOS TRANQUILO

La tarea de reconstruir una ruina, sola y sin grandes medios era un objetivo aparentemente imposible para mí. Y, con todo, me puse a ello y perseveré, aunque pareciera una locura.

Me sentí sin más opciones que centrarme en la parcelita donde trabajaba, ignorando el gran caos a mi alrededor.

Aprendí a atreverme a estar en medio del caos y sentirme en paz. Como aprendí a convivir con mis limitaciones físicas y "malgastar tiempo" cargando medio cubo a la vez en lugar del cubo lleno.

No hace falta tener un plan estipulado para todo el proceso de reconstrucción, vale con empezar por una esquinita, usar el sentido común e ir encajando las piezas con el transcurrir del trabajo. El resultado no será perfectamente liso y plano pero será original y estimulante.


USAMOS LO QUE TENEMOS

Reutilizar los materiales antiguos implica limitarse voluntariamente a aquello que está a nuestro alcance. Implica dejar de considerar todos los posibles modos de construir un suelo, un techo, un muro, una alacena...

Dejar de creer que es imprescindible salir "ahí afuera" y plantarse frente a un mar de materiales, con sus diferentes cualidades, precios y apariencias y comparar unos con otros.

Seguramente hagan falta clavos, tornillos, herrajes, cal, arena y piezas sueltas.

En relación a los materiales es cuestión de ver lo que hay, lo que hace falta y establecer prioridades.


Necesitaba yo una ventana nueva para el muro que da al patio.

Pregunté el precio de un cristal doble que ocupara todo el vano y hasta llegué a encargar el marco al carpintero. Que no llegó a hacer...por suerte.

Al final me regalaron un marco rectangular bien sólido que me coincidía con el ancho. Compré un cristal doble a muy buen precio y lo puse en el sitio. Total, que me quedaba un vano poco aparente de forma triangular encima de la ventana. Solucionar eso me ofreció la oportunidad de crear belleza.


BELLEZA

La receta sería: compra botellas bonitas, emborráchate con el contenido y guarda los envases. Llénalos con aguardiente barata. Séllalos. Pon cinta adhesiva blanca en los laterales y el fondo (para reflejar más luz). Prepara un hermoso montón de cob (barro, arena y paja). Y ponte manos a la obra. Al principio se ve muy loco. De hecho se ve muy loco todo el tiempo hasta que está terminado. Pero de repente el resultado salta a la vista.


CRÉETELO

Cuando construyes recuerda que es tu obra, tu casa. Aparca tus viejas expectativas de cómo SE DEBEN hacer las cosas y encuentra tu propio modo.

A menudo viene gente y miran mi trabajo. Y a menudo son aquellos que viven en casas más convencionales, sin una sola mancha ni grieta, y que viven vidas más convencionales, en las que nada se sale de las normas, los que expresan mayor maravilla y entusiasmo por lo más rústico, lo más simple o las solucionas más inesperadas en el trabajo que hago.

Es una gran alegría. Lo es también el crear algo que pueda inspirar a otros a vivir más libremente.




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